La Finca

«La finca ha sido cuidada y mantenida con un cariño que salta a la vista al pasear por ella.
Tradicionalmente para uso y disfrute familiar, en 2014 se pone a disposición del público, para eventos y rodajes.»

 

Ubicada en el término municipal de Galapagar, a escasos 400m de la carretera de El Escorial (M-505) y a unos 25 minutos de Moncloa. En una elevación del terreno que nos permite tener unas vistas privilegiadas de la zona. Unas vistas que enamoraron al Premio Nobel de Literatura Jacinto Benavente, que residió en «El Torreón» sus últimos años. Muchos de los caminos y senderos, miradores y bancos de piedra que hoy se conservan, son originales de esta época. Se cuenta que pasaba largas horas paseando y disfrutando de las vistas… sentado en estos bancos, escribiendo en sus mesas de piedra, con amigos, inspirándose…

 

Orígenes de la casa

La casa fue construida a finales del S.XIX, pero no tal y como es hoy en día, sino que solo constaba de la parte central, El Torreón. Formó parte de la Red de Telégrafos Ópticos construidos a partir de 1850. Gracias a su ubicación estratégica y vistas privilegiadas, podía contactar con las torres ubicadas en Madrid, Aravaca, Las Rozas, Torrelodones, Moralzarzal y Navacerrada. No fue hasta la época de Jacinto Benavente cuando se construyó la parte exterior, para convertirse en la casa actual, albergando en su interior los muros originales de la torre. Para una descripción más detallada de los orígenes puede leer esta noticia.

Historia reciente

El antes…

A mediados de los ’80, treinta años después de que nos dejara Jacinto Benavente, la Finca pasa a manos de la actual propiedad. En este momento se inició una importante obra de restauración que se prolongó casi dos años. El objetivo fue respetar la fachada y estilo genuinos, pero dándole unas comodidades más acordes a la época. En el momento de iniciar esta restauración, contaba con trece habitaciones y un sólo cuarto de baño completo; un cuarto de costura oscuro, en lo que hoy es el balcón que da a la fachada principal; una escalera muy angosta y falta de luz, con la madera bastante castigada por el paso del tiempo; durante la obra se descubrió un sótano que tenía el acceso condenado, lástima que finalmente no encontramos ningún regalo del ilustre inquilino de los años cincuenta 🙁

El Torreón, la habitación que da nombre a la finca, tenía unas ventanas muy bajas y divididas en cuarterones. Su apariencia original puede verse en alguna de las fotos de abajo, en el apartado «El día de San Jacinto«.

El después…

La madera, elemento muy presente en toda la casa, se encontraba muy afectada por el paso de los años por lo que se renovó en su totalidad. Se dota a El Torreón de unos ventanales mucho más altos y de una sola pieza, dignos de las vistas que ofrece: 360º de naturaleza en un marco incomparable de la Sierra de Madrid.

Las trece habitaciones se convirtieron en seis algo más generosas, con cinco baños completos y un aseo. Chimeneas en las cuatro habitaciones de las esquinas de la primera planta, salón y comedor. El cuarto de costura volvió a ser el balcón que intuímos que era en la época de don Jacinto. La escalera, balconada interior y El Torreón se vistieron con nueva madera. El sótano que apareció por sorpresa pasó a ser una bodega con dos estancias que mantiene una temperatura ideal durante todo el año. Se saneó la fachada y se volvió a sacar a la luz la piedra, tan típica de la zona. Se rehabilitaron los pozos y se construyeron aljibes para almacenar la mayor cantidad de agua posible; para el riego de los 7.000 m2 de jardines, en las épocas de más calor, se consumen ¡¡45.000 litros diarios!!

 

Jacinto Benavente

Las Rosas de «El Torreón»

Desde que don Jacinto habitó su finca de campo, El Torreón, hasta que salió de allí para no volver -unos diez años- nunca hubo rosas en los rosales que allí se plantaron en varios arriates. En El Torreón hubo siempre petunias, jacintos y azucenas. Jamás brotó una rosa. Pues bien, desdé el día siguiente de la muerte de don Jacinto, comenzaron a salir rosas en aquellos rosales hasta entonces estériles; y desde aquel momento no han faltado media docena de rosas por lo menos, que se ofrecen a diario para ser cortadas y puestas en orden de amor y de perfección sobre la tumba de este franciscano de marfil, que sueña desde su cuerpo muerto la rosa viva, como fragante expresión continuada de su obra. Pétalo a pétalo, han ido naciendo desde el dia siguiente de la muerte de don Jacinto rosas frescas en El Torreón […].

Fuente: «Las Rosas de El Torreón». Hemeroteca ABC. 14 de julio de 1955.

Jacinto Benavente: «Por mortaja, quiero el sayal franciscano. El Santo de Asís es buen amigo mío. Hemos reído y hemos jugado Juntos por caminos de luz; esos caminos de les sueños, que se abren entre circuios de luz, colores astrales. Entre mis manos poned una cruz, y una rosa… y después…». Así hizo su testamento Benavente hace muchos años.

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El día de San Jacinto

A Don Jacinto le encantaba su Finca y recibía gente con cierta asiduidad. Año tras año, cada 17 de agosto y con motivo de su onomástica, San Jacinto, allí se reunían los directivos de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles para felicitar a su presidente de honor.

Fuente: «El día de San Jacinto». Hemeroteca ABC. 17 de agosto de 1954. / Fuente fotos EUROPHOTO.

 

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